En Blanco y Negro
La danza macabra de García
Carlos Angulo Rivas
Las declaraciones ante un juzgado y ante la prensa nacional frente a un crimen de lesa humanidad como el cometido en el penal de El Frontón y otros todavía no ventilados enérgicamente por la justicia, como son el asesinato de 120 presos en la cárcel de Lurigancho y las masacres en las comunidades campesinas, no pueden ser tomadas tan a la ligera y deportivamente por Alan García Pérez.
Y lo decimos con toda claridad porque el actual mandatario quiere dar a entender a la población que su última citación, ante la justicia, es más o menos como un cargoseo de los jueces, fiscales y abogados.
De ahí parten las necias declaraciones de García Pérez, el verdadero responsable y culpable, a quien las autoridades le hacen un gran favor citándolo como testigo para que eche la culpa de sus decisiones a todos los demás involucrados, menos él.
Y también para que se dé el lujo de amedrentar a los jueces, desde su posición de jefe de estado, recomendando, entre líneas, archivar el caso por el bien del país, ya que han pasado 21 años del macabro suceso.
Entonces muy vivaracho y criollo Alan García declara que “la reapertura por enésima vez del caso de El Frontón, busca colocar al Estado peruano como perdedor de la guerra política y judicial contra sendero.” Por favor, que tal maniobra; grosera e inexacta. Y Alan García realiza esta maniobra sabiendo que aquí no se trata de perder una guerra que ya se ganó hace rato, sino de juzgar un crimen enorme, una matanza masiva extrajudicial, calificada como genocidio en cualquier parte del mundo; naturaleza de un crimen por el cual inclusive fue ejecutado el ex líder iraquí Hussein no hace mucho.
Además, en este tipo de crímenes horrendos contra la humanidad, el tiempo transcurrido no importa y no existe la prescripción que a García Pérez le encanta, la misma que le perdonó sus latrocinios al Estado. Allí tenemos, si de tiempo se trata, el caso de Hussein ajusticiado 25 años después del genocidio cometido.
Pero en el caso de El Frontón que comentamos hay mucho más. Alan García ha entrado en un serie de contradicciones ante el juzgado Supraprovincial de la doctora María León Yarango en relación a la actuación directa de Agustín Mantilla, de la Fuerza Armada y la del propio almirante Luis Giampetri, grave contexto de manifestaciones confusas e inconexas por el cual el “testigo de cargo” debe pasar a inculpado del proceso automáticamente; por supuesto, si la justicia peruana no se hace la tuerta como en otras oportunidades. De lo contrario se deberá examinar el caso en la Corte Internacional de los Derechos Humanos. Somos espectadores que tanto la Comisión de la Verdad y Reconciliación y algunos “caviares” como Enrique Bernales, Carlos Tapia y otros trataron y tratan a Alan García, el principal responsable de los crímenes de lesa humanidad en los penales de Lima, con guantes de seda, haciendo distingos jalados de los pelos frente a Alberto Fujimori, al que sí acusan con todas sus letras.
Pero en el caso de El Frontón que comentamos hay mucho más. Alan García ha entrado en un serie de contradicciones ante el juzgado Supraprovincial de la doctora María León Yarango en relación a la actuación directa de Agustín Mantilla, de la Fuerza Armada y la del propio almirante Luis Giampetri, grave contexto de manifestaciones confusas e inconexas por el cual el “testigo de cargo” debe pasar a inculpado del proceso automáticamente; por supuesto, si la justicia peruana no se hace la tuerta como en otras oportunidades. De lo contrario se deberá examinar el caso en la Corte Internacional de los Derechos Humanos. Somos espectadores que tanto la Comisión de la Verdad y Reconciliación y algunos “caviares” como Enrique Bernales, Carlos Tapia y otros trataron y tratan a Alan García, el principal responsable de los crímenes de lesa humanidad en los penales de Lima, con guantes de seda, haciendo distingos jalados de los pelos frente a Alberto Fujimori, al que sí acusan con todas sus letras.
Sin embargo, la cuestión de fondo es que Alan García con sus últimas declaraciones, por tratar de salvar su pellejo, hundiendo a todos los demás, coloca a la Fuerza Armada como una banda de perversos bandoleros, sin moral, sin jerarquía, sin orden ni disciplina. Y si esto es así, si este libertinaje existe, entonces la defensa nacional está en manos de instituciones endebles, embrolladas y caóticas.
Veamos por qué.
1.- Por decreto supremo, aprobado por el Consejo de ministros y presidido por Alan García, el gobierno entregó la jurisdicción del motín de los Penales a la Fuerza Armada, cuyo jefe supremo constitucionalmente en junio de 1986 era precisamente él. La Fuerza Armada institucionalmente obedece a jerarquías perfectamente estructuradas y definidas, si no fuera así tanto en el ejército, como en la marina y la aviación todo el mundo haría lo que le venga en gana produciéndose el caos, el desbarajuste y la anarquía. En este sentido y más aún tratándose un enfrentamiento, los oficiales de menor rango, los suboficiales y tropa ejecutan órdenes superiores. Ninguna otra de su libre albedrío. En consecuencia, la Fuerza Armada no puede aceptar, sin mellar su prestigio institucional, las declaraciones de Alan García lavándose las manos como un Pilatos cualquiera.
2.- Alan García mediante el decreto supremo firmado por él, asumía la responsabilidad de entregar a la Fuerza Armada el rendimiento de los presos amotinados, bajo sus órdenes directas de jefe supremo. La presencia de Agustín Mantilla, fotografiado y televisado, como coordinador político en contacto telefónico directo con palacio de gobierno constituyó la instancia de confianza de Alan García para impartir las órdenes a los jefes superiores de la Marina. Ahora, no puede vender a Mantilla para salvar su responsabilidad. Nadie puede creer que Agustín Mantilla se comunicaba con el Vaticano en Roma o con San José en el cielo, como tampoco que se presentó en la isla penal de El Frontón porque le dio la gana y sin consultarle al presidente, entonces García Pérez miente.
3.- Alan García conocía perfectamente la actuación de la Fuerza Armada desde la época de Fernando Belaúnde y de la suya propia, en cuanto a las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones en las provincias del interior con presencia de Sendero Luminoso. Por consiguiente, conocía o intuía la posibilidad de un final macabro como el que ocurrió en consulta permanente con él en su calidad de jefe supremo. Repetimos, los jefes militares y subalternos no actúan nunca por su cuenta y riesgo, no rompen la línea de mando ni actúan caóticamente. Su eficiencia es la jerarquía y la disciplina. Además, producidos los motines en los penales, como gobernante Alan García no hizo el menor intento de mediación a través de las autoridades penitenciarias, la Guardia Republicana, los fiscales de turno y el ministerio de justicia. O sea por decisión presidencial, los encargados de la vigilancia y el orden interno penitenciario fueron impedidos de actuar. ¿Había o no intención de eliminar a los presos físicamente?
4.- Evadir la responsabilidad de sus propias decisiones y actuación estelar, de mando supremo, echando la culpa a los oficiales militares subalternos, a políticos fieles a él como Agustín Mantilla; a la maldad de los jueces y fiscales que los juzgan, según el propio García Pérez, por querer perjudicarlo, es simplemente una felonía sin nombre, propia de elementos insensatos, malévolos y cobardes.
1.- Por decreto supremo, aprobado por el Consejo de ministros y presidido por Alan García, el gobierno entregó la jurisdicción del motín de los Penales a la Fuerza Armada, cuyo jefe supremo constitucionalmente en junio de 1986 era precisamente él. La Fuerza Armada institucionalmente obedece a jerarquías perfectamente estructuradas y definidas, si no fuera así tanto en el ejército, como en la marina y la aviación todo el mundo haría lo que le venga en gana produciéndose el caos, el desbarajuste y la anarquía. En este sentido y más aún tratándose un enfrentamiento, los oficiales de menor rango, los suboficiales y tropa ejecutan órdenes superiores. Ninguna otra de su libre albedrío. En consecuencia, la Fuerza Armada no puede aceptar, sin mellar su prestigio institucional, las declaraciones de Alan García lavándose las manos como un Pilatos cualquiera.
2.- Alan García mediante el decreto supremo firmado por él, asumía la responsabilidad de entregar a la Fuerza Armada el rendimiento de los presos amotinados, bajo sus órdenes directas de jefe supremo. La presencia de Agustín Mantilla, fotografiado y televisado, como coordinador político en contacto telefónico directo con palacio de gobierno constituyó la instancia de confianza de Alan García para impartir las órdenes a los jefes superiores de la Marina. Ahora, no puede vender a Mantilla para salvar su responsabilidad. Nadie puede creer que Agustín Mantilla se comunicaba con el Vaticano en Roma o con San José en el cielo, como tampoco que se presentó en la isla penal de El Frontón porque le dio la gana y sin consultarle al presidente, entonces García Pérez miente.
3.- Alan García conocía perfectamente la actuación de la Fuerza Armada desde la época de Fernando Belaúnde y de la suya propia, en cuanto a las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones en las provincias del interior con presencia de Sendero Luminoso. Por consiguiente, conocía o intuía la posibilidad de un final macabro como el que ocurrió en consulta permanente con él en su calidad de jefe supremo. Repetimos, los jefes militares y subalternos no actúan nunca por su cuenta y riesgo, no rompen la línea de mando ni actúan caóticamente. Su eficiencia es la jerarquía y la disciplina. Además, producidos los motines en los penales, como gobernante Alan García no hizo el menor intento de mediación a través de las autoridades penitenciarias, la Guardia Republicana, los fiscales de turno y el ministerio de justicia. O sea por decisión presidencial, los encargados de la vigilancia y el orden interno penitenciario fueron impedidos de actuar. ¿Había o no intención de eliminar a los presos físicamente?
4.- Evadir la responsabilidad de sus propias decisiones y actuación estelar, de mando supremo, echando la culpa a los oficiales militares subalternos, a políticos fieles a él como Agustín Mantilla; a la maldad de los jueces y fiscales que los juzgan, según el propio García Pérez, por querer perjudicarlo, es simplemente una felonía sin nombre, propia de elementos insensatos, malévolos y cobardes.