sábado, febrero 24, 2007

"LIDERES" APRISTAS METIDOS HASTA EL CUELLO EN EL ASUNTO DE LOS PATRULLEROS

En Blanco y Negro

Fraternidad: en la corrupción hermanos

Carlos Angulo Rivas

La cobardía de Alan García de no hablar en el mitin aprista de la fraternidad y la notoria ausencia de Jorge Del Castillo, el gerente de las comisiones, los negociados y arreglos a puertas cerradas (óbolos con los mineros, renta básica telefónica, TLC con Chile, compra de patrulleros, etc.) tiene su razón de ser. Alan García, dada la insolencia que lo caracteriza, a los apristas que aún creen en el discurso de Haya no les podía decir parásitos como abusando de su verborrea insultó a los miserables habitantes de Huaycan, una de las zonas más deprimidas y pobres de la ciudad de Lima. La cobardía fue que García no tenía nada que decir en ese mitin y su entrada bufonesca caminando hacia el estrado en la avenida Alfonso Ugarte, pañuelo en mano, muy propia del año del cerdo, la tuvo preparada como parte de una actuación pretenciosa con música de tocata y fuga inesperada. Del Castillo debía llamarlo para justificar la huida. En realidad frente a la masa aprista, esperando rectificaciones a su conducta olvidadiza de las promesas electorales del “cambio responsable,” no podía explicar satisfactoriamente su alianza con la ultraderecha y con la cloaca discípula de Fujimori. La corrupción en marcha no tiene explicación posible, el desmadre del gobierno tampoco y los pasos en falso tentando qué hacer menos. El tenebroso desbarajuste de su segundo gobierno parafraseando a García Márquez es, quien lo duda, la crónica de una muerte anunciada, así quiera exhibir el crecimiento macroeconómico anual que le dejó la pareja Toledo-Kuczynski, como suyo.

El neo-aprismo de Alan García y su entorno de ávidos comilones del presupuesto público; y de las comisiones derivadas a granel, cautelosas y reservadas, advertidas en apenas siete meses de gobierno; en el prístino lenguaje peruano distinguidas como coimas, recompensas y óbolos; o el conocido “para mí cuánto hay,” se ha hecho evidente. Con la aceptación de la renuncia de Pilar Mazzetti, la misma que nunca fue presentada, más evidente que nunca. La señora Mazzetti, luego de un aclare con el secretario-ujier Jorge Del Castillo presentó ante Alan García “la puesta a disposición de su cargo” a fin de obtener un voto de confianza o una expulsión del gabinete. Obtuvo lo segundo.

Esperando una interpelación en el Congreso Pilar Mazzetti enfrentó el carga-montón de diversos sectores políticos y de la prensa interesada en bajarla; y lo hizo digamos con cierta valentía y alguna arrogancia que seguramente le daba el no sentirse culpable de corrupción, dolo o estafa pública; de ahí que el entripado de comunicados contradictorios entre ella y Del Castillo llaman a sospecha. No pongo las manos al fuego por la señora Mazzetti, una mujer de la alianza alanista con la derecha, pero mucho menos por Del Castillo, hoy el encargado de renegociar con la firma chilena Gildemester la compra de los 469 patrulleros para la policía cuando debía anularse todo lo actuado y convocar a una licitación pública transparente. Lo extraño de este caso es que la señora Mazzetti descartó en varias oportunidades su renuncia y dio la cara a los ataques comprometiéndose a ser interpelada en el Congreso, no sin antes denunciar la enorme corrupción que corroe la administración García Pérez en los ministerios, el poder judicial, el ministerio público y el congreso. ¿Les ardieron las orejas a los socios García-Del castillo? Probablemente sí.

Lo gracioso de todo el embrollo fue que Del Castillo, Rey Rey, Mercedes Aráoz, María Zavala, Valdivia, Borra y otros secretarios de Alan García al unísono con él elogiaron de mil maneras la gestión de la titular del Interior, rematando el escenario de aplausos enaltecedores el secretario-canciller José García Belaúnde, quien lamentó el "fuego cruzado" contra la señora Mazzetti en los siguientes términos: "Creo que es una ministra muy proba (...) una profesional muy distinguida, y lamento mucho que se esté dando este fuego cruzado (en su contra) por este procedimiento de compras de los patrulleros."

¿Qué paso entonces? ¿Por qué de la noche a la mañana le retiró la confianza Alan García anunciando que acepta la renuncia de la señora Mazzetti, nunca presentada y menos de irrevocable? La única respuesta, después de la amarga conversación del día del mitin de la fraternidad aprista, entre Del Castillo y la Mazzetti, sería que la señora estaba dispuesta a los aclares necesarios en la interpelación programada; ya que su amiga e intima colaboradora doña Gloria Vargas, jefa (renunciada) de la Oficina General de Administración del ministerio del Interior, adelantó que la compra sobre-valorada de los patrulleros, las cuestionadas licitaciones y contrataciones fueron de conocimiento “fase a fase” por parte de Jorge Del Castillo y de su oficina PCM. El secretario-ujier Del Castillo, por supuesto, acusó el golpe y conminó a la Mazzetti para una reunión de “arreglos” previos a la interpelación de la ministra en el Congreso, a fin desmintiera a Gloria Vargas en vista de sus comprometedoras declaraciones hacia él y su socio mayor el inefable García Pérez. Allí se acabó el aplauso a la gestión de la ministra del Interior, quien creyendo en Alan García, ya no en Del castillo, puso su cargo a disposición pensando le otorgaría la confianza, sin advertir que fraternalmente en la “corrupción hermanos” del alma desde el 28 de julio pasado.

Luego vino el solemne anuncio del secretario-ujier, socio de confianza, “He tenido una reunión esta mañana con el presidente García y ambos hemos decidido dar por terminadas sus funciones en el cargo de la doctora Mazzetti.” Y aunque trató de explicar los comunicados contradictorios del ministerio del Interior con el de la Presidencia del Consejo de Ministros, “no reflejan el espíritu” de las conversaciones y acuerdos entre ambos dijo, se confundió de tal manera en la radio, conocido su escaso nivel intelectual, que lo único que queda para aclarar el negociado de la sobre-valoración de los patrulleros es interpelarlo a él, dada la imposibilidad de hacerlo con una renunciada adrede, ex profeso a silenciarla. Del Castillo tiene mucho que explicar.