Para Alan García el TLC es la salvación
Hipoteca para las futuras generaciones
Germán Gonaldi / Agencia Periodística del Mercosur - Revista Mariátegui 05/02/07
El mandatario peruano considera que el tratado comercial con Estados Unidos es un tema de unión nacional.
Intenta hacer pasar como beneficios para todo el pueblo peruano, intereses particulares de un sector privilegiado de la economía transnacional.
Tan obsesionado está el presidente de Perú, Alan García, de que el congreso estadounidense apruebe el Tratado de libre comercio (TLC) entre ambas naciones, ya ratificada por el país andino, que hace del tema una causa nacional de vital importancia para su gobierno, dando a entender que el polémico acuerdo, que en otros países han provocado más hambre, y en otros tantos están siendo rechazados por la población, posibilitará que su país sea "líder en América Latina".
Expresión que sino fuera por el respeto que me merece el pueblo peruano, su rica historia y su riqueza nunca aprovechada en beneficio de las mayorías, mueve a risa, a ironía de la historia, a espejitos de colores.
No, claro está, por su potencial en recursos naturales, humanos y culturales, sino por su clase dirigente, más preocupada, ya desde tiempos coloniales, por quedar bien con la metrópoli, que por desarrollar un país justo, soberano y económicamente viable.
La Metrópoli no es hoy la Corte de Madrid, sino la Casa Blanca de Washington, donde se mueven algunos resortes de la maquinaria que, algunos pretenden, con rebeldía y visión estratégica, evadir para seguir su propio camino. Ahí están los ejemplos de Bolivia Y Venezuela. Pero no es este el escenario, en Perú.
"Hay que tener certeza, seguridad y prudencia, y no caer en ninguna precipitación, y estoy convencido que con la unión nacional el TLC se consigue" espetó el Alan García muy suelto de cuerpo.
Es el mismo que en los años 80, durante su primera presidencia, rompió con la banca internacional y desafió a los sectores financieros de su país. Ahora, ya converso, y domado, el ex caballo loco presume de su cambio y proclama a los cuatros vientos que quiere aplicar una economía responsable, dulces palabras que halagan los oídos de los gerentes de afuera y dentro de las fronteras.
Para que el tratado entre en vigencia, tiene que haber una ratificación de los congresos de ambos países firmantes. Perú lo hizo en solo unas horas de discusión a mediados del año pasado, cuando aun no había asumido el nuevo gobierno de García y había un amplio plafón para el acuerdo que finalmente salió, mientras que en el congreso Estados Unidos la discusión y aprobación no es un tema de vital importancia; los congresistas están más preocupados por las nefastas consecuencias humanas y políticas de la invasión estadounidense a Irak, que por otro tratado comercial con países tercermundistas, al que de todas maneras, tratarán de sacarle aun más ventajas comerciales que las que acordaron George Bush y el presidente Toledo, en abril pasado.
Y en este último sentido puede interpretarse que empresas líderes de ese país están solicitando la aprobación del TLC con Perú, -además con Colombia y Panamá-.
Estas empresas multinacionales ven el país del antiguo imperio de los Incas sus propias minas de oro y plata, pero ahora convertidas en grandes negocios, que no harán otra cosa que incrementar la dependencia política y económica de Perú.
Según la agencia Andina, entre esas corporaciones figuran el Citigroup, Caterpillar, Coca Cola Company, Conoco Philllips, Duke Energy, Federal Expres (Fedex), HSBC North America, IBM, JP Morgan Chase & Co, McGraw Hill, Morgan Stanley, Motorola, Pfizer, Procter & Gamble y Siemens.
¿Alguien cree que estas empresas dejarán las utilidades producidas en el país y harán que Perú se industrialice? No, crearán empleos basura, pasaran por alto la sindicalización, dejarán a muchos campesinos sin tierra y los recursos de los sectores pobres peruanos pasarán a los ricos del país del norte. Nada nuevo.
Alan García se entrega mansamente a la estrategia de Washington, que ve en el avance de gobiernos populares y soberanos como Venezuela, Bolivia y ahora Ecuador, con políticas de nacionalizaciones y defensa de los recursos naturales a cuestas, un desafío al poder de los negocios, es decir desafían abiertamente al mismo poder hegemónico.
Permítaseme expresar una frase común que ya he expresado en otras notas en referencia al presidente peruano: si Víctor Haya de la Torre, fundador del APRA (Alianza para la Revolución Americana) en la década del veinte del siglo pasado y manifiesto luchador contra la hegemonía de Estados Unidos en América Latina, se levantara de su tumba vería con tristeza y enfado que su alumno más distinguido, ha arriado las banderas históricas de la lucha social por una edulcorada critica que intenta quedar bien con todos, pero beneficiando siempre a unos pocos, ejemplo que hace acordar Carlos Menem en Argentina, que durante su presidencia citaba siempre a Perón, el creador de su partido, pero se entregaba al capital.
No otra cosa que más concentración de riqueza, exclusión social, pobreza, marginalidad, inseguridad ciudadana, tensiones social, movilizaciones, provocará el TLC con Estados Unidos.
Tratarán de decir que no, que las futuras consecuencias serán obras de influencias externas -en esto siempre Hugo Chávez es figurita repetida-, del nacionalismo vernáculo, de la intolerancia de los sectores humildes, del "radicalismo" indígena, de una mala cosecha, de las "ideas del pasado" -como proclamó el melifluo y abyecto presidente mexicano Felipe Calderón esta semana en el Foro Económico Mundial de Davos-, o de que la pelota no entró al arco, pero lo cierto es que el futuro de Perú será hipotecado y solo recibirá, de la riquísima torta, solo algunas migajas.
(De :Mariátegui. La revista de las ideas)
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